En fin... le di la chance y hablamos. Bueno, ella hablaba, y le dije que estaba en la cafetería central.
Ella, naturalmente, siempre "acorde" a mis urgencias me proponía la otra cafetería. Pues simplemente me zurré en sus pretenciones y le dije que no tenía yo de otra. Que se aguantase los diez minutos que necesitaba para tomar el almuerzo.
Así acaso quedamos... La cosa es que llegué a donde ella estaba y observaba como solicitaba una transacción _digámoslo, 'taba misia_ y ya fuera de quisio le dije que la esperaba afuera. Así, vi convencer al pata que con cara de desconfiado sin opción le entregó (quién sabe) su pasaje.
Ahora ya tenía las monedas para que me pague el viaje al real sitio _puerta de sus ansias o mejor, de sus frustraciones? No hubo roche por el detalle, más bien me enteraba de que la susodicha poseía un instinto tan limense de supervivencia que gracias a "Caesar" me fue revelado... Su criollada.
Dizque no hubo ni un asiento ocupable en el comedor ese y estaban los dos viéndose las caras cuando LA MaZda vio la ocasión oportuna de dar rienda suelta a su naturaleza. Sin asco quitó una mochila de una silla, acaso ya reservada, y la puso en la mesa... Se sentaron y comieron... Oh sorpresa! el pata regresó con su bandeja y el shock fue tan patético que según me cuentan su rostro chillaba por un "TRÁGAME TIERRA". Como sea, lo más repugnante de esta anécdota fue que LA MaZda se sintió triunfadora, cual matrona romana sin paltas ni nada. Qué poca!
Como siempre parece "el mundo al revés". Al final creo que la entendimos más "Caesar" y yo. Era su instinto de supervivencia, su propia ley natural. Esa misma que hace del "a quien se fue a Barranco" un vencido en la ineludible y constante lucha por mantenerse en pie en este pequeño espacio llamado... comedor?
Sea lo que fuere, sí que LA MaZda trascendió las, ya tal vez, obsoletas barreras morales que siempre pesan más que una mera mochila; y valen, siempre, más que el monse menú del día.
Vaya hazaña...
Setiembre 2008