viernes, 2 de noviembre de 2007

Digresión

Fácil fue continuar con el tema recreado por las circunstancias poco comunes en que me hallaba. Supongo que así suelen ser las largas disertaciones filosóficas... ¡Qué bodrio!, soy consciente que no poseo tales cualidades, o al menos no como quisiera poseerlas. ¡Cualquiera! (Aunque... _digo, ¿no?_ tampoco uno puede darse el lujo de asumir que lo que significa el éxtasis máximo de una situación para uno lo sea para todos. Pueda ser que sea de repugnacia para otros, y hasta para mí en otro espacio y tiempo).

Pese a aquello, y con exégesis hipócritas proseguí la retahíla de insignificantes asuntos que embelesaban el numen del antes ausente. No entendía la vocación que tenía por colmar de abstracciones asuntos que en nada habían cambiado mi realidad _me dije. Pero, paulatinamente, todo el ensimismamiento que emanaba de sus labios iba tornando el fingimiento inicial en verdadero interés, tanto que logré apreciar y bendecir aquel momento antes vapuleado.


Al partir me miré, como se miran los animales en un espejo, con recelo, curiosidad, duda, confusión, temor, o espanto. No sé, pues a cada paso mío se simbolizaban en mi mente meras divagaciones. Ideas roídas y desechas desde hacía mucho tiempo y que volvían a mí como molestas moscas que ante un manjar acuden... o más bien _¡quién sabe!_ atraídas por el estado pútrido de la materia inerte.


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