
Una coraza que pensé inerte estaba interponiéndose en mi caminar. La recogí y pronto a mi mente llegaron cortinas opacas de espejismos. Aunque no eran claras se me hicieron familiares. Escondí la caparazón entre los pastos del jardín de en frente y aceleré mi paso para llegar con el caliente pan. Pero me di cuenta que había otra coraza pero ahora parecía estar viva. Y así lo estuvo, el problema fue que estaba asida por sus secreciones a la vereda. No pude alzarlo porque temí que se haga pedazos por mi acción y la reacción que se desencadenaría.
Pensé que sería mejor hacerlo cuando regrese y un poco de agua me facilitaría la accción. Y a medio camino encontré tristes capullos sin hospederos tornándose claras las anteriores cortinas... Volví a casa y temiendo por el tiempo me llevé ambas corazas. Me di cuenta, ya en el jardín, que ambos vivían... Esta vez no será como antes. No.
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