viernes, 2 de noviembre de 2007

Perfidia


Qué monse! Pasan los días y no existe un aliciente suficiente para mostrarle la ruta. La verdad es que había pensado que después de mucho buscar, por fin lo había hallado. Pero como todo en la vida es mera ilusión, fui muy optimista. ¿Cómo fui capaz de haber sido tan iluso y fantasioso? Ni siquiera en un débil lazo debí de haber confiado. Aunque no había pretendido tampoco la solución mágica de mis tormentos, ni una nueva esperanza para proseguir...

Tampoco esperaba la felicidad intangible, ni eso. Solo que algo dentro de mí fluía como de creencia sincera. Nada suele ser como parece. Podemos tener puntos a favor y otros en contra, pero eso no es suficiente para originar pasiones, no. Ellas surgen sin que existan motivos racionales. Solo quedaron las pretensiones vanas, aunque no por ellos menos reales ni menos sinceras sino todo lo contrario. Nadie podrá imaginar ni intuir lo que de ellas fluía, sería difícil describirlo.

No diré que es un triste final, porque no tuvo comienzo real. Porque siempre es lo material lo que cuenta nada más. Lástima no siento ni debiera sentir por mis acciones cometidas sin sentido y excentas de razón. Nadie tampoco tendría derecho a juzgarlas, nadie. Ja... La última frase siempre es multiplicada por mil, cómo negarlo. La experiencia siempre lo ha demostrado. Una sola palabra puede sepultar todas una vida e incluso diseñar un falso recuerdo.

Aunque me es posible comprender las reacciones que se desgarran en diferentes sentidos, no aceptaría justificarlo; claro está que existe el arrepentimiento. Cuan difícil habrá sido su aparición en la tierra, que aunque sublime, su esencia es etérea y necesita de premura para ser más sólido; aun el tiempo le daría más volumen, pero siempre sería riesgoso.

Lo fabuloso sería que no se llegue a tal extremo. Más valor tendría si se renunciase a seguir guiado por la ira. Pero tampoco ello representa una llave segura para la gloria final. Todo puede ser tan conmovible como embustero, sin que buscar serlo, ¡claro! Nadie está exento de los vaivenes que en este mundo se cuecen. Qué fácil resultaría ser lo difícil si se estuviera en otro estado, además lo contrario es muy posible.

Por ello el más grande temor humano que siento real y latente es la perfidia, aquella, la traición que nos destroza. Es tan terrible confiar en una especie después de ello. Cómo escindir el miedo postrero a tan imperdonable acto. Puede que se tenga un desmedido afán por quien lo asume pero nada resultará igual. Claro que existen excepciones, e incluso es lo normal en otros espacios. Pero para mí no representa eso en distinta circunstancia.

Agradecería, de todas formas, al suceso por darme conocimiento de lo que puede ser capaz de suceder en el mundo. Gracias a tan horrible experiencia premunido se estaría aunque nunca se puede cantar victoria en estas tierras de humanos infestadas. Qué acorralado puedo encontrarme si de humano es el código que empleo y es el enemigo más cercano como verdadero por la aparente igualdad.

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